En términos generales, la tecnología nos hace la vida más fácil, nos reporta comodidades y un bienestar que hace décadas nunca hubiéramos pensado. Sin embargo, los resultados que puede ofrecernos una determinada tecnología no siempre son los mejores. Antes, ahora y siempre, la capacidad humana estará por delante de cualquier innovación tecnológica que intente emular la acción de un ser humano.
Hoy nos referimos a uno de esos aspectos en los que la tecnología, pese a muchos intentos, no ha conseguido igualar, ni parece que lo vaya a conseguir, el resultado obtenido por la acción humana. Se trata de la traducción de textos, un proceso muy exacto y con muchísimas variables que la tecnología no siempre puede interpretar, dando lugar a errores que un traductor humano nunca cometería.
Traductores automáticos
En los últimos años, han sido muchos los intentos de programar un traductor automático lo más preciso posible. El resultado ha sido más o menos acertado, pero, en la mayoría de casos, demasiado literal y sin tener presentes muchos aspectos del texto que un traductor profesional hace más comprensibles.
Quizá el ejemplo más popular es el traductor de Google. Sin duda, se trata de una herramienta de gran utilidad si queremos traducir de forma básica un texto en otro idioma que queremos entender mínimamente. Sin embargo, si lo que queremos es una traducción para utilizar el texto traducido en cualquier ámbito profesional, legal o empresarial, entre otros, no nos servirá de nada la traducción de Google. Son más que conocidos los muchos errores de contexto e interpretación del traductor automático, algo por otra parte normal cuando tratamos de establecer procesos tan complejos.
Wearables
Al lado de los traductores automáticos encontramos otras tecnologías hechas para la traducción. Un ejemplo son los wearables, donde encontramos varios ejemplos de lo que se denominan «traductores instantáneos». El propio concepto ya nos debería hacer dudar del resultado, pues hacer una traducción de un texto de forma instantánea es muy complicado si queremos una traducción de calidad. Un caso bastante popular es el de ili, un pequeño gadget que podemos llevar colgado en el cuello. Con solo decirle cualquier frase, el dispositivo lo traduce al idioma que deseemos y lo reproduce por voz. Como podéis observar en el vídeo, su resultado es eficaz y puede ser muy interesante para viajeros que van a destinos cuyo idioma desconocen.
En el vídeo podemos ver cómo ili permite que los autóctonos del lugar nos entiendan. Se trata, sin duda, de una tecnología sorprendente e interesante, y también útil, sin embargo, la calidad de la traducción o la interpretación dista mucho de ser fiel con el discurso original. Solo un traductor profesional tendrá en cuenta, además de aspectos gramaticales, otros esenciales como el contexto, la formalidad, el tono, el volumen o la cadencia, entre otros.
Como conclusión, podemos decir que las traducciones a través de la tecnología pueden ofrecernos muchas comodidades como las que hemos observado (traducir un texto de forma básica y rápida vía texto o vía voz), pero cuando nos referimos a traducciones que derivan en usos profesionales, legales o personales importantes (un certificado médico, una declaración jurada, una acta de una reunión, etc.) solo podremos tener un resultado de calidad si nos dirigimos a una agencia de traducción e interpretación con profesionales acreditados.
Foto: © cienpies