Los fansubs (neologismo proveniente del inglés, «fan subtitled») son el resultado del trabajo de conjuntos de espectadores amateur que, de manera altruista, se encargan de subtitular series que todavía no han sido distribuidas oficialmente en un determinado país. Aunque este tipo de operaciones en cadena cuentan con la pasión de sus fans (y la ventaja para la comunidad de habilitar traducciones de manera rápida), no siempre son todo lo exactas y minuciosas que podrían ser las oficiales. En el caso específico del anime subtitulado, las traducciones de profesionales para plataformas digitales como Netflix o diversos contenedores de Vídeo On Demand (VOD) cuentan con una presentación técnica intachable. A veces carecen del conocimiento enciclopédico de los fans sobre el universo que rodea las obras, lo que deviene en malentendidos. ¡Pero nada que un buen traductor no solucione empapándose en la temática! ¿Quieres saber cuáles son sus mayores retos?
7 problemas de traducción con el anime subtitulado
Veamos cuáles son las dificultades más habituales a las que se enfrentan los traductores del anime subtitulado.
1. Problemas con el Romaji
Es costumbre de los fansubs mantener una gran cantidad de términos en japonés utilizando el sistema denominado romaji para adaptar la grafía japonesa al sistema de escritura occidental. Esta variante se emplea muy frecuentemente con nombres de estilos de lucha, golpes específicos, conjuros, etc. No obstante, el traductor profesional trabaja para audiencias amplias, no para connoisseurs, y por ello ha de encontrar equivalencias de estas palabras en el idioma de destino.
2. Nombres honoríficos
En la cultura japonesa se emplean nombres honoríficos para para interpelar a un interlocutor a través de sufijos. Estos suelen figurar al final del nombre o del apellido. En un anime, este recurso aporta una idea general de cuál es la jerarquía que existe entre dos personajes, por lo que los fanáticos suelen mantenerlo en sus traducciones. La falta de sufijos, así, indica proximidad y confianza; mientras que lo contrario denota respeto. No obstante, los espectadores menos familiarizados con la cultura japonesa pueden extrañar este tipo de elementos verbales para ellos desconocidos, por lo que muchas traducciones legales optan por suprimirlos… llevándose por delante, también, los matices que comportan.
3. Opening y ending
Los animes llevan siempre una introducción resumen y un epílogo de adelanto del siguiente episodio. Los capítulos distribuidos comercialmente en España y América Latina optan por no traducirlos, mientras que los realizados por fanáticos lo hacen a veces (pero no siempre).
4. Karaokes
Muchas plataformas de VOD optan por no traducir de ningún modo las canciones de apertura, conocidas como openings, o hacerlo solo en español. La solución puede disgustar a los aficionados más puristas, acostumbrados a que esta canción se refleje en los subtítulos en triple formato: japonés (con grafía kanji), español traducido y romaji (para saber su pronunciación japonesa con alfabeto latino). A este modo de plasmar la canción por escrito se le llama, muy oportunamente, karaoke.
5. Límite de líneas
Las traducciones oficiales son mucho más limpias estéticamente, ya que marcan un máximo de dos líneas por pantalla, mientras que los fansubs pueden llegar hasta una aglomeración de cuatro líneas. El resultado, en estos últimos casos, puede ser confuso e incluso ilegible.
6. Traducción de carteles
Cuando en el anime subtitulado se traduce el contenido de un cartel, es norma trasladarlo al español con mayúsculas. Muchos experimentos amateur obvian esta regla básica. Lo grave es que en algunas plataformas oficiales también se la saltan a la torera. Tu quoque, Netflix!
7. Tipografía
Las tipografías elegidas por las empresas profesionales suelen ser discretas y fácilmente digeribles. Por contra, muchos aficionados usan colores chillones y formatos que dificultan la lectura. El objetivo es distinguir algunos fansubs de otros, aunque la consecuencia de esta diferenciación va en detrimento de la calidad final.
En resumen, podemos extraer como conclusión que, si bien los subtítulos hechos por fans tienen una cercanía con el espectador evidente, todavía están lejos de alcanzar los estándares de excelencia técnica. Lo ideal es siempre apostar por la oferta legal disponible. Los profesionales han de leer las reclamaciones de los consumidores habituales del anime subtitulado como un reto enriquecedor para adaptar su propuesta a los estándares del género. Es la fórmula del éxito para garantizar que se reúnan pureza y calidad. Siguiendo estas indicaciones, los fans acabarán diciendo «hari-gato» a la comunidad de traductores con una simpática reverencia.